viernes, 3 de agosto de 2012

Bernard MANIN: Los principios del gobierno representativo

Bernard MANIN: Los principios del gobierno representativo.
Alianza, Madrid, 1998. 304 páginas.
 
Dividiría este libro en dos partes. La primera dedicada a la democracia ateniense y a su estructura y la segunda dedicada propiamente al nacimiento de la representación política moderna.

Manin, siguiendo el estudio del historiador danés Hansen, indica muy a las claras la relación que tiene la concepción ateniense de democracia con la elección de casi todos los órganos y magistraturas por medio del sorteo. Un sorteo al que él le quita todo matiz religioso y que basa en la “isomorfía” entre todos los ciudadanos, juntos a los mecanismos correctores tales como la imposibilidad de reelección, la respuesta judicial por la gestión y la anualidad de los mandatos.

Manin deja claro que las consideraciones antiguas sobre la democracia conllevan la consideración del sorteo como un elemento inherente del sistema democrático. Los ataques de los pensadores clásicos hacia la democracia lo eran hacia una democracia que seleccionaba a sus magistrados y tribunales mediante el sorteo. Puede que lo más sorprendente de todo el libro de Manin sea el descubrimiento de que la elección era tenida en la Antigüedad como un procedimiento eminentemente aristocrático, características que él extiende a las democracias contemporáneas.

Con la excepción de la Florencia del Renacimiento, Manin expone como la idea de que el gobierno del pueblo tiene al sorteo como procedimiento inherente va desapareciendo a favor de la idea aristocrática de la representación, hasta el punto hoy en día la democracia se identifica con la elección.

Después pasa a la descripción de los debates de los Padres Fundadores de los Estados Unidos y de cómo en el fondo de la lucha entre federalistas y antifederalistas en torno a los procedimientos de representación planteaban la cuestión del inevitable carácter aristocrático de la elección. Frente a una teoría del mandato, que defendían los antifederalistas, para hacer de las cámaras reflejo de la sociedad, los federalistas procuraban una elección en amplias circunscripciones y sin ningún tipo de mandato imperativo.

En la última parte de la obra Manin analiza las tres grandes formas de representación moderna que se ha dado, en su opinión, desde la Revolución Americana (el Parlamentarismo, la Democracia de Partidos y la Democracia de Audiencia) a partir de cuatro puntos de vista: la elección de representantes a intervalos individuales, la independencia parcial de los representantes, la libertad de opinión pública y la toma de decisiones después de la discusión.

Manin sigue manteniendo la tesis clásica de que el gobierno por medio de representación consagra una forma política aristocrática, si por aristocrática entendemos la preferencia por personas que manifiestan algunas cualidades especiales, cualidades que pueden cambiar a lo largo del tiempo. Las democracias contemporáneas serían la entrega al pueblo de la posibilidad de elegir entre unas élites o unas aristocracias ya existentes en la sociedad, en palabras de Guicciardini.


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